Hoy toca amanecer junto a ti, y sabré lo que quieres, lo que piensas, y como una hormiguita te iré comiendo poco a poco.... - le dijo la pata al señor pato.
Y le susurró al oído - seas quien seas, y hagas lo que hagas, cuando deseas con locura una cosa, es porque este deseo nació en el alma del universo. El alma del mundo se alimenta con la felicidad de las personas, y cuando quieres algo, todo el universo conspira para que cumplas tu deseo.
-Y yo te quiero a ti, tú eres mi deseo... así que se tendrá que cumplir, y si no, algo nos inventaremos, ¿ no crees?.
Y le susurró al oído - seas quien seas, y hagas lo que hagas, cuando deseas con locura una cosa, es porque este deseo nació en el alma del universo. El alma del mundo se alimenta con la felicidad de las personas, y cuando quieres algo, todo el universo conspira para que cumplas tu deseo.
-Y yo te quiero a ti, tú eres mi deseo... así que se tendrá que cumplir, y si no, algo nos inventaremos, ¿ no crees?.
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Narciso iba todos los días a contemplar su belleza a un lago. Estaba tan fascinado consigo mismo que un día se cayó dentro del lago y se murió ahogado. En el lugar donde cayó nació una flor, a la que llamaron narciso.
Pero así no acaba la historia. Cuando Narciso murió, llegaron las Oréades -diosas del bosque- y vieron el lago transformado, de un lago de agua dulce que era, en un cántaro de lágrimas saladas.
¿Por qué lloras?- le preguntaron las Oréades.
Lloro por Narciso- repuso el lago.
¡Ah, no nos asombra que llores por Narciso! Al fin y al cabo, a pesar de que nosotras siempre corríamos tras él por el bosque, tú eras el único que tenía la oportunidad de contemplar de cerca su belleza.
¿Pero Narciso era bello?- preguntó el lago.
¿Quién si no tú podría saberlo?- respondieron, sorprendidas, las Oréades.- En definitiva, era en tus márgenes donde él se inclinaba para contemplarse todos los días.
El lago permaneció en silencio unos instantes. Finalmente dijo:
Yo lloro por Narciso, pero nunca me di cuenta que Narciso fuera bello.
>> Lloro por Narciso porque cada vez que él se inclinaba sobre mi orilla yo podía ver, en el fondo de sus ojos, reflejada mi propia belleza.
